El poder faraónico llega a su apogeo máximo durante la IV dinastía, cerca del 2630. La autocracia alcanza su máximo exponente. Es un momento de creación de pirámides y de faraones despostas. La capital se seguía manteniendo en Menfis.
Con la dinastía V, a partir del 2500, se produjo una gran polarización social y jurídica. Las grandes pirámides dejan de construirse, pero los textos que se seguían creando en ellas nos dan mucha información del momento histórico. Debido a la descentralización del poder la estructura del momento es pseudo-feudal ya que hay unas clases más altas que ejercen un poder impositivo sobre las más bajas. Este debilitamiento del poder faraónico provoca que se vayan perdiendo territorios fuera de Egipto. Tenían más importancia la nobleza cortesana y el clero de Re, que contaban con privilegios e influencia. Debido a la extensión del culto a Ra se crearon muchos templos. Los campesinos eran quienes cargaban con el peso del estado.
La dinastía VI inició en el 2350 y sería la última etapa del Imperio Antiguo. El gobierno seguía dándose desde Menfis mientras que la nobleza cortesana se arruinaba, ya que parte de la población no podía asumir ya los grandes costes del Estado. Se promocionaban las aristocracias locales, con las cuales surgieron algunas divinidades nuevas.
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